Yerma, de García Lorca: comentario de la primera escena.

En el teatro administrado con pericia, el objetivo de las primeras escenas es plantear al espectador la personalidad y tribulaciones de los personajes, con el fin de poner en marcha el conflicto que les trabará hasta el desenlace. El autor debe elegir acciones, diálogos, movimientos, etc., para desplegar la mayor cantidad de información posible con pocos medios. En este trabajo intentaremos demostrar cómo Federico García Lorca lo consigue en su obra Yerma con apenas una acotación de sustancia y un diálogo breve.

El dramaturgo (www.theblogpoetic.wordpress.com)

«Con pocos elementos, Lorca construye un arranque magnífico para Yerma. Se puede afirmar que toda la obra está condensada en los primeros minutos de representación.»

A partir de elementos  presentes en la primera escena[1] hablaremos de temas como la maternidad, la soledad, la incomunicación y la insatisfacción. Este fragmento también permite comentar sucintamente la estructura de al obra y los símbolos utilizados por el dramaturgo. Podremos apreciar así la industria dramática con la que todo se combina para lograr un arranque magnífico. Nos atrevemos, incluso, a afirmar que toda la obra está contenida en estos pocos minutos de representación.

Leamos ahora la escena inicial del primer cuadro de Yerma. A continuación, veremos el lugar que ocupan el ansia de maternidad, la insatisfacción íntima y la ausencia de libertad en el mensaje y el argumento de la obra.

 

ACTO PRIMERO

CUADRO I

Al levantarse el telón está YERMA dormida con un tabanque de costura a los pies. La escena tiene una extraña luz de sueño. Un PASTOR sale de puntillas, mirando fijamente a YERMA. Lleva de la mano a un NIÑO vestido de blanco. Suena el reloj. Cuando sale el PASTOR la luz se cambia por una alegre luz de mañana de primavera. YERMA se despierta.

CANTO

VOZ

(Dentro)

A la nana, nana, nana,

A la nanita le haremos

Una chocita en el campo

Y en ella nos meteremos.

YERMA

Juan, ¿me oyes?, Juan.

JUAN

Voy.

YERMA

Ya es la hora.

JUAN

¿Pasaron las yuntas?

YERMA

Ya pasaron.

JUAN

Hasta luego. (Va a salir.)

YERMA

¿No tomas un vaso de leche?

JUAN

¿Para qué?

YERMA

Trabajas mucho y no tienes tú cuerpo para resistir los trabajos.

JUAN

Cuando los hombres se quedan enjutos se ponen fuertes como el acero.

YERMA

Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes la cara blanca, como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría que fueras al río y nadaras y que te subieras a tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses llevamos casados, y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés.

JUAN

¿Has acabado?

YERMA

(Levantándose)

No lo tomes a mal. Si yo estuviera enferma, me gustaría que tú me cuidases. “Mi mujer está enferma. Voy a matar este cordero para hacerle un buen guiso de carne.” “Mi mujer está enferma. Voy a guardar esta enjundia de gallina para aliviar su pecho, voy a llevarle esta piel de oveja para guardar sus pies de la viene.” Así soy yo. Por eso te cuido.

JUAN

Y yo te lo agradezco.

YERMA

Pero no te dejas cuidad.

JUAN

Es que yo no tengo nada. Todas esas cosas son suposiciones tuyas. Trabajo mucho. Cada año seré más viejo.

YERMA

Cada año… tú y yo seguimos aquí cada año…

JUAN

(Sonriente)

Naturalmente. Y bien sosegados. Las cosas de la labor van bien, no tenemos hijos que gasten.

YERMA

No tenemos hijos… ¡Juan!

JUAN

Dime

YERMA

¿Es que yo no te quiero a ti?

JUAN

Me quieres.

YERMA

Yo conozco muchachas que han temblado y que lloraban antes de entrar en la cama con sus maridos. ¿Lloré yo la primera vez que me acosté contigo? ¿No cantaba a levantar los embozos de holanda? ¿Y no te dije: “¡Cómo huelen a manzanas estar ropas!”?

JUAN

¡Eso dijiste!

YERMA

Mi madre lloró porque no sentí separarme de ella. ¡Y era verdad! Nadie se casó con más alegría. Y sin embargo…

JUAN

Calla. Demasiado trabajo tengo yo con oír en todo momento…

YERMA

No. No me repitas lo que dicen, yo veo por mis ojos que eso no puede ser… A fuerza de caer la lluvia sobre las piedras estas se ablandan y hacen crecer jaramagos, que las gentes dicen que no sirven para nada, “Los jaramagos no sirven para nada”, pero yo bien los veo mover sus flores amarillas en el aire.

JUAN

¡Hay que esperar!

YERMA

Sí; queriendo. (Yerma abraza y besa al marido, tomando ella la iniciativa.)

JUAN

Si necesitas algo me lo dices y lo traeré. Ya sabes que no me gusta que salgas.

YERMA

Nunca salgo.

JUAN

Estás mejor aquí.

YERMA

Sí.

JUAN

La calle es para gente desocupada.

YERMA

(Sombría)

Claro.

Edición de Ildefonso-Manuel Gil para Cátedra (2007)

Cuando Juan sale al campo, el auditorio ya sabe del ansia maternal de Yerma, que empieza a ahogarse en la desesperanza, y de su soledad agigantada por la granítica fijación en un destino imposible, el paso del tiempo y la incomunicación con su marido. Un repaso permite comprobar que estos temas ya están dibujados en la breve escena: la maternidad en el sueño y en la nana; la soledad e incomunicación, el la primera intervención de Yerma; la desesperanza se transparenta en sus palabras, como veremos más adelante; la obsesión, en la bonita metáfora de la lluvia que ablanda las piedras.

Todo esto prefigura el verdadero tema principal de la obra, el quebranto desgarrador por la imposibilidad de colmar un deseo íntimo. En Yerma es la maternidad, como en La casa de Bernarda Alba era el ansia de libertad, pero, a mi juicio, estos sentimientos forman parte del argumento. Es decir, que el autor los utiliza para hacernos ver lo fundamental, lo que no puede decirnos con palabras: que se siente completamente desgraciado por no poder amar libremente y por sentir un amor arrebatador mas estéril. Tengamos en cuenta que Lorca no tiene ningún instinto maternal, pero elige a una mujer insatisfecha para transmitir su sentimiento. Yo creo que no lo hace para dar voz a las mujeres, postergadas socialmente en la época, sino que utiliza ese sentimiento femenino para transmitir su propio amargor.

«El tema principal de Yerma es el quebranto desgarrador por la imposibilidad de colmar un deseo íntimo.»

Es menester notar que, en las obras de Lorca, el hombre[2] puede satisfacer sus instintos al margen de la vida diaria. Recuérdese a Paca la Roseta en La casa de Bernarda Alba: los jóvenes del pueblo, en parranda desaforada, atan al marido y se la llevan a lomos de caballo (la raigambre mitológica de la escena es evidente: el tema arquetípico del rapto de la ninfa por los centauros). La mujer vuelve con flores sobre el pelo desatado, indicio elegante del comercio animal al que se ha prestado. Después, en el acto segundo, La Poncia refiere un episodio parecido con “la mujer vestida de lentejuelas y que bailaba con un acordeón”, contratada por quince mozos “para llevársela al olivar”. Lo mismo puede decirse de los hombres que acuden con el rijo enardecido a la romería en Yerma[3]. Sin embargo, al poeta joven y soltero no se le permite colmar su deseo, puesto que la homosexualidad no tiene lugar ni siquiera en sazón festiva. Así pues, Lorca se identifica con las mujeres y las elige como heroínas de sus obras porque se refleja en su falta de libertad, en la asfixia que le produce la mentalidad rural en la que vive.

Volvamos al texto: el telón se abre sobre Yerma dormida. La pantomima de su sueño representa una sencilla anunciación, en la que un arcángel pastor le trae de la mano a su niño anhelado. Amanece una limpia luz de primavera y se oye una nana. Con tan pocos medios, Lorca consigue exponer el problema vital de la protagonista y presagiar la tensión de la trama, ya que la contenida bondad de esta escena se truncará pronto: el pastor anunciador no es Juan, sino el perdido Víctor, y la destinataria no es Yerma sino María.

Lorca con Margarita Xirgu ( http://www.soria-goirg.org)

Yerma despierta, y en su primera intervención el espectador puede identificar uno de los temas principales, la soledad:

YERMA
Juan, ¿me oyes?, Juan.

Leída, puede parecer intrascendente, pero en realidad posee un fructuoso potencial dramático. Al director le basta con añadir dos silencios y una huella de alarma en el rostro de la actriz para transmitir al público la incomunicación del personaje. Esos segundos de eterna espera presagian la sordera espiritual entre ambos cónyuges, que aparecerá en puntos cruciales, el cuadro II del acto segundo o en el cuadro I del tercero, por ejemplo:

YERMA
(alto)
Cuando salía por mis claveles me tropecé con el muro. ¡Ay! ¡Ay! Es en ese muro donde tengo que estrellar mi cabeza.

Soledad e incomunicación son dos temas secundarios que refuerzan el mensaje principal, la lastimosa imposibilidad de amar en libertad. Para Yerma, la certeza de que nadie podrá nunca entender cómo se siente perturba su endeble esperanza y exacerba el arrebato de sus manos en la trágica romería.

La fría conversación que sigue muestra uno de los aspectos más estudiados en el teatro de Lorca, los símbolos. El vaso de leche representa el instinto de cuidado materno, que de momento ha de satisfacer en su desabrido esposo. Más adelante, en casa de Dolores (acto tercero, cuadro III), el mismo símbolo aparece más elaborado:

[…] oyendo ese arroyo de leche tibia que les va llenando los pechos para que ellos mamen, para que ellos jueguen hasta que no quieran más, hasta que retiren la cabeza: “otro poquito más, niño…” y se les llene la cara y el pecho de gotas blancas.

Es cierto que los símbolos no abundan en nuestra escena inicial, pero sí se pueden apreciar rasgos de retórica lorquiana:

A mí me gustaría que fueras al río y nadaras y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda.
A fuerza de caer la lluvia sobre las piedras estas se ablandan y hacen crecer jaramagos, que las gentes dicen que no sirven para nada.

El agua posee una adobada tradición como símbolo de la fertilidad que se enriquece no poco con la aportación de este autor. Yerma se desespera cuando Juan dice que tiene que quedarse en el campo para regar por la noche (acto segundo, cuadro II), puesto que ve cómo su hombre es dador de vida en el campo, mas no en el lecho.

Poco después, la vieja comienza a abrir los ojos de Yerma con su sugerente boceto de la coyuntura propicia a lo fecundo:

Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo.

(Acto primero, cuadro II)

El símbolo rueda por la cuneta sicalíptica cuando Víctor canta, joven y fuerte:

YERMA
Y qué voz tan pujante. Parece un chorro de agua que te llena toda la boca.

(Acto primero, cuadro II)

Las lavanderas del acto segundo cantan una seguidilla simple:

En el arroyo frío
lavo tu cinta,
Como un jazmín caliente
tienes la risa.

En la famosa danza de las máscaras (acto tercero, cuadro II), la hembra canta:

En el río de la sierra
la esposa triste se bañaba.
Por el cuerpo le subían
los caracoles del agua.

En esta tradición, el arroyo y el río son espacios conformes a la reunión erótica. No es casualidad si Yerma confiesa haberse sentido mujer, quizá por primera vez, cabe una acequia:

Me cogió de la cintura y no pude decirle nada porque no podía hablar. Otra vez el mismo Víctor, teniendo yo catorce años (él era un zagalón), me cogió en sus brazos para saltar una acequia y me entró un temblor que me sonaron los dientes. Pero es que yo he sido vergonzosa.

(Acto primero, cuadro II)

En el río espera la amada, con el agua hasta los muslos, o el pelo mojado. Precisamente, esta es la escena que evoca Dolores en el primer cuadro del acto tercero:

La última vez hice la oración con una mujer mendicante que estaba seca más tiempo que tú,  y se le endulzó el vientre de manera tan hermosa que tuvo dos criaturas ahí abajo en el río, porque no le daba tiempo de llegar a las casa, y ella misma las trajo en un pañal para que yo las arreglase.

El encuentro de los enamorados se transforma aquí en el nacimiento casi bestial de dos niños. En esta misma conversación, el agua corriente adquiere un significado más candoroso:

YERMA
[…] Yo tengo la idea de que las recién paridas están como iluminadas por dentro y los niños se duermen horas y horas sobre ellas, oyendo ese arroyo de leche tibia que les va llenando lo pechos para que ellos mamen […]

Nótese que la leche nos conduce de nuevo a la primera escena, símbolo de la vida que Juan rechaza.

Siguiendo con el valor voluptuoso del agua en esta obra, María describe así la pujanza erótica de los romeros:

Un río de hombres solos baja esas sierras.

(Acto tercero, cuadro I)

Por el contrario, el agua estancada representa lo estéril:

VIEJA 1ª
(Yéndose)
Aunque debía haber Dios, aunque fuera pequeñito, para que mandara rayos contra los hombres de simiente podrida que encharcan la alegría de los campos.

(Acto primero, cuadro II)

YERMA
Yo soy como un campo seco donde caben arando mil pares de bueyes y lo que tú me das es un pequeño vaso de agua de pozo.

(Acto tercero, cuadro II)

En La casa de Bernarda Alba se elabora un entramado de significados parecido en torno al agua. Otros símbolos que destacan en sus obras son la luna, el caballo o el cuchillo, entre otros, a los que cabe añadir el significado de los nombres propios.

Pasemos ahora a analizar otro elemento notable de esta primera escena, las referencias al paso del tiempo:

YERMA
[…] Cuando nos casamos eras otro […]
Veinticuatro meses llevamos casados, y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés.
[…] Cada año… Tú y yo seguimos aquí cada año…

Estas precisiones aparecen con regularidad en la obra. Son capitales puesto que cada día sin hijo inflama la desesperación de Yerma y la acerca al precipicio de la tragedia. Como intentamos demostrar aquí, Lorca no podía olvidar esta pieza clave en la primera escena.

Poco después, cuando María (nótese el nombre simbólico) le anuncia su estado, la primera reacción de Yerma es: “¡A los cinco meses!” El asombro por la diligencia reproductiva de su vecina se adelanta a cualquier otro sentimiento y hace presagiar al espectador el funesto desarreglo emocional de la malcasada.

No destacaremos aquí otras referencias al paso del tiempo en la obra, puesto que funcionan del mismo modo y el espectador despabilado puede identificarlas fácilmente.

Cartel de una representación en la ciudad portuguesa de Campo Maior (www.axpress-arte.pt)

La discusión entre los esposos continúa y brotan recuerdos de la noche de bodas. Yerma evoca la natural esperanza de aquellos días y en su boca oímos el anhelo de ser madre mas, entre las enardecidas llamadas a su esposo, aflora el leve rastro de la frustración. Se establece así en el alma de la protagonista un equilibrio tembloroso entre la esperanza y la desesperación que estructura internamente la obra y hace avanzar la trama. Durante la representación, la tensión aumenta a medida que la desesperanza impregna los pensamientos de Yerma y la empuja hacia el trágico final.

«Se establece en el alma de la protagonista un equilibrio tembloroso entre la esperanza y la desesperación que estructura internamente la obra y hace avanzar la trama.»

En la primera escena, esta inestabilidad dibuja la personalidad de la protagonista y anuncia el desarrollo de la trama. Yerma se  preocupa por la salud de Juan, muestra su deseo de cuidarle y nos habla de su alegría de recién casada:

¿Lloré yo la primera vez que me acosté contigo? ¿No cantaba al levantar los embozos de holanda?
Mi madre lloró porque no sentí separarme de ella. ¡Y era verdad! Nadie se casó con más alegría. Y sin embargo…

“Sin embargo”… aquí brota la desazón, que ya habíamos oído poco antes:

Cada año… Tú y yo seguimos aquí cada año…
No tenemos hijos… ¡Juan!

A pesar de todo, la esperanza persiste:

Yo veo por mis ojos que eso no puede ser… A fuerza de caer la lluvia sobre las piedras estas se ablandan y hacen crecer jaramagos, que las gentes dicen que no sirven para nada. “Los jaramagos no sirven para nada”, pero yo bien los veo mover sus flores amarillas en el aire.
JUAN
¡Hay que esperar!
YERMA
Sí; queriendo. (Yerma abraza y besa al marido, tomando ella la iniciativa)

En el cuadro segundo de este primer acto se intensifican el anhelo de maternidad y la frustración sexual con la aparición de Víctor; en el segundo acto, la situación en casa de Juan empeora, todo el pueblo lo comenta y Yerma se da cuenta de que el verdadero problema no es la fertilidad, sino la personalidad de cada uno[4]; el tercer acto empieza con señales débiles de esperanza en casa de Dolores, que no hacen sino multiplicar su desesperación cuando Juan aparece. En el segundo cuadro es evidente que Yerma ya no tiene ninguna esperanza y que un final trágico se avecina. La soledad y la incomunicación, vistas más arriba, se entreveran en esta estructura y cohesionan la fuerza expresiva de la obra.

Sería inexacto afirmar que la escena termina con otro diálogo breve. Se trata, antes bien, de una sucesión de secas aseveraciones autoritarias que Yerma acepta con rendición pasajera. Juan cumple aquí con la obligación impuesta por su circunstancia de propietario en esa pequeña comunidad rural. La honra es patrimonio que avala los tratos orales de compraventa y mancharla ante los paisanos acarrea la pérdida del crédito personal y, por tanto, de la hacienda.

«En Yerma la honra no es un tema, sino un recurso literario que utiliza el autor para asegurar el destino final de los protagonistas.»

Si bien se trata de un asunto recurrente en las denominadas “tragedias rurales” de Lorca, en lo que respecta a Yerma la honra no es un tema, sino un recurso literario que utiliza el autor para asegurar el destino final de los protagonistas. Como veremos, el prurito del honor será un obstáculo para que Yerma vea sus deseos cumplidos. Es, en mi opinión, un elemento lo suficientemente importante para que Lorca lo incluya en el sembrado arranque de su obra.

Veamos cómo aparece tratado el honor en Yerma. El personaje que lo trae a escena es Juan, que se muestra tajante respecto al lugar que el tribunal entre visillos asigna a su mujer:

Ya sabes que no me gusta que salgas, estás mejor aquí, la calle es para gente desocupada.

Es menester precisar, sin embargo, que el orgullo de casta no es una tapia que Juan y todo el pueblo levantan en el camino de Yerma, sino que la protagonista asume esa mentalidad y exhibe la honra sin mancilla de su línea como punto de honor. Así se lo dice a la vieja en dos ocasiones:

Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme.

(Acto primero, cuadro II).

¡Calla, calla, si no es eso! Nunca lo haría. Yo no puedo ir a buscar. ¿Te figuras que puedo conocer otro hombre?
¿Dónde pones mi honra?

(Acto tercero, cuadro II).

Y a su marido:

En nada te ofendo, vivo sumisa a ti, y lo que sufro lo guardo pegado a mis carnes.

(Acto segundo, cuadro II)

No te dejo hablar ni una sola palabra. Ni una más. Te figuras tú y tu gente que sois vosotros los únicos que guardáis honra, y no sabes que mi casta o ha tenido nunca nada que ocultar. Anda. Acércate a mí y huele mis vestidos; ¡acércate! A ver dónde encuentras un olor que no sea tuyo, que no sea de tu cuerpo.

(Acto tercero, cuadro I).

En lo tocante a honra, por tanto, Yerma y Adela son dos personajes muy diferentes. En La casa de Bernarda Alba, la joven Adela está dispuesta a pisotear la honra de toda su familia viviendo como una prostituta, con tal de tener a Pepe. Esta actitud no tiene lugar en Yerma, ya que no permitiría mantener la tensión dramática ni el final trágico. Si Yerma se comportara como la hija menor de Bernarda, esta obra no existiría. Para empezar, Adela se hubiera fugado con Víctor ya en el primer cuadro. Si aún así no lograra satisfacer su instinto materno, aceptaría la asilvestrada fecundación que la vieja le ofrece en la romería.

«Lorca no quiere una Yerma adúltera, barragana o suicida, ya que no se rebela contra la sociedad o la autoridad, como en el caso de Adela. Yerma se rebela contra su propio destino de mujer estéril.»

Esto lo que nos hace pensar que el orgullo inquebrantable de Yerma es un elemento auxiliar en la trama. Las soluciones que permitiría un honor menos exigente menoscabarían la grandeza del personaje: Lorca no quiere una Yerma adúltera, barragana o suicida, ya que no se rebela contra la sociedad o la autoridad, como en el caso de Adela. Yerma se rebela contra su propio destino de mujer estéril.

Perla de la Rosa y Marco Antonio García como Yerma y Juan. Compañía Telón de Arena, dirección de José Manuel Blanco Gil, Ciudad Juárez, 2006. (www.uacj.mx)

En definitiva, esperamos  haber logrado una explicación clara, si bien no exhaustiva, de los elementos que convierten este texto en una muestra del acabado lenguaje teatral de Lorca. Con una concisión admirable, el autor esboza sus temas predilectos, anuncia el desarrollo de la obra, presenta los personajes y plantea su conflicto de manera efectiva y personal. El acertado gobierno de esta delicada materia literaria justifica la jurisprudencia de Federico García Lorca en las letras españolas del siglo XX.


[1] Este fragmento no aparece identificado como escena en la estructura externa, pero la salida de Juan y la canción de Yerma que sigue le aportan unidad. A partir de ahora lo llamaremos “la escena inicial”, “la primera escena” por mor de la comodidad expositiva

[2] Esto se aplica en rigor al hombre soltero, pero si tenemos en cuenta que el casado pudo saciar sus vicios cuando célibe, puede afrontar sus deberes conyugales con una experiencia que se le niega a la mujer.

[3] Relaciónese esta indulgencia con el valor original atribuido al Carnaval o a celebraciones paganas como la que yace bajo esta romería cristiana a la ermita.

[4] En el cuadro segundo del primer acto, la vieja alude a la esterilidad de Juan. Como dice Ildefonso-Manuel Gil, Juan es la víctima predestinada, puesto que la imposibilidad de procrear le llevará a la muerte. Posee, por tanto, una entretela trágica bajo los modos autoritarios que adopta por ser lo esperado en su entorno. Creo que Juan necesita ser visto como un doble del autor frente a Yerma, como una víctima de la mentalidad cerrada de la época. Se establece así una pugna entre dos seres oprimidos de gran emoción y repostería moral.