Comentario de «Anoche cuando dormía», de Antonio Machado

Este deleitoso poema de Antonio Machado depara una primera lectura placentera, a la par que un revelador análisis formal. En efecto, es menester apreciar el ahínco intelectual que el poeta sostiene en estos versos para aromar de sencillez una expresión compleja en su estructura y desgarradora en su significado último.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,   5
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!                       10
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;

y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,              15
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.                     20
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía                 25
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

(Edición de Geoffrey Ribbans para Cátedra, 2006)

Antonio Machado

La composición pertenece a Soledades. Galerías. Otros poemas, recopilación de 1907 que amplía el libro Soledades, publicado en 1903. En los poemas añadidos a la segunda versión, Machado se aleja del modernismo melancólico que impregnaba su primera obra para perfeccionar la estética de la introspección. Así, la voz poética recorre las galerías interiores del poeta para expresar, con inusitada densidad simbólica, la esencia de su ser. El limonar florido, el cipresal del huerto, el prado verde, el sol, el agua, el iris, son símbolos que jalonan el tránsito metafísico del poeta en este libro.

Tengamos en cuenta, no obstante, que «Anoche cuando dormía» aparece en una sección titulada Humorismos, fantasías, apuntes. Se diría que el autor pretende subrayar la ligereza del poema, una especie de juego intrascendente que no se debe mezclar con la seriedad del resto de composiciones. En mi opinión, el poema es liviano en apariencia. La complejidad de la estructura, que examinaremos a continuación, y la fuerza del sentimiento apoyan su inclusión en la búsqueda del yo que representa Soledades. Galerías. Otros poemas.

El tema de la composición es la desolación que procura la pasajera emoción del alma en su encuentro místico con Dios. El poema nos brinda un sentimiento candoroso, reconfortante, mas destrozado por el carácter efímero del sueño. A pesar de esto, en nuestro análisis también sabremos apreciar el sabor amable de estas cuartetas, cuyo olvido empobrecería la lectura.

En cuanto a la estructura externa (análisis métrico), hay que señalar que la composición consta de 28 versos octosílabos agrupados en siete cuartetas, de esquema métrico abab y rima consonante.

La elección de la cuarteta no es casual. Los versos octosílabos y la rima consonante en abab son característicos de la poesía folclórica, popular, y sirven de manera idónea al propósito del poeta de transmitir un sentimiento sencillo y directo.

La estructura interna se divide en cuatro partes:

1a parte: versos 1 a 8. El elemento que destaca en estos versos es el agua.

2a parte: versos 9 a 16. Las imágenes utilizadas son en esta ocasión la miel, las abejas, la colmena.

3a parte: versos 17 a 24. Esta parte se centra en el campo semántico del calor.

4a parte: versos 25 a 28. La última estrofa funciona como compendio de las tres anteriores y conclusión. Nótese la gradación en esta estructura, recurso eficacísimo para comunicar emociones.

A continuación, vamos a analizar una por una y con más detalle las cuatro partes. En la primera, los versos 1, 2 y 4 funcionan como un estribillo, puesto que se repiten al principio de cada parte. La musicalidad que aporta esta anáfora se refuerza con el uso de los octosílabos, verso de tradición popular en la poesía española. El estribillo presenta, por otro lado, una escena banal, casi prosaica («anoche, cuando dormía», verso 1) cuyo objetivo es, a primera vista, mostrar la cercanía de Dios y dar a entender al lector que cualquiera, en cualquier momento, puede experimentar un encuentro místico de este jaez. No hay que dejar pasar, empero, un significado quizás oculto en el verbo «dormir». Si leemos otra composición de Machado:

Anoche soñé que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!

Se aprecia en este verbo la idea de indefensión. La persona que duerme no puede luchar contra ataques externos, esto es, contra crisis de fe que socavan sus creencias y le dejan inerme ante los peligros morales que esta situación puede acarrearle. Por otro lado, si tenemos en cuenta las connotaciones de «sueño», hemos de admitir la desolación indecible del poeta que acaricia la felicidad en el sueño, mas la ve partir al despertar.

En los versos 3 y 5-8, esto es, la segunda cuarteta, predomina el campo semántico del agua: «fontana», «acequia», «agua», «manantial», «beber». Como más adelante nos revela el verso 27, («que era Dios lo que tenía») los elementos de las seis primeras cuartetas representan a Dios y lo que el poeta, transido de divinidad, siente con su presencia íntima. En este caso, el agua aparece como imagen de vida (verso 7), de regeneración («nueva vida»). El poeta opta por una personificación del agua, mediante dos vocativos («di», «agua», versos 5 y 6) y una interrogación retórica que ocupa casi toda la cuarteta. Estos recursos le permiten presentar a Dios como alguien cercano con quien es posible hablar.

Las dos cuartetas de la segunda parte (versos 9 a 16) se articulan en torno al campo semántico de las abejas («colmena», «abejas», «cera», «miel»). La cualidad de este laborioso himenóptero que se identifica con Dios es el bienestar. La dulzura bienhechora de la miel es un bálsamo para el quebranto vital del poeta: las abejas transforman las «amarguras viejas» en «blanca cera» y «dulce miel».

Otro recurso utilizado por el autor para transmitir el tema es la contraposición de los versos 15 y 16. Las «amarguras viejas» del pasado contrastan con lo «dulce» y lo «blanco» que el encuentro con Dios le hace sentir. Este es un claro ejemplo de cómo la connotación es fundamental para la comprensión del lenguaje poético. «Blanco» y «dulce miel» han de ser leídos como «pureza» y «bienestar».

El campo semántico del calor caracteriza la tercera parte (versos 17 – 24). «Sol», «lucía», «ardiente», «calores», «rojo», «hogar» (lugar de la casa donde arde el fuego), «alumbrar» poseen el mismo significado connotativo (protección, seguridad, también vida). Este significado concuerda perfectamente con la inocencia del poema. Después de vida y bienestar, lo que el poeta siente con la presencia de Dios es protección. La felicidad que procura este estado se revela en el verso se revela en el verso 24:

y porque hacía llorar.

¿Acaso llorar de dicha?. Si así lo queremos leer, la sencillez encantadora del lenguaje alcanza así su cumbre. Se transparenta en este verbo, no obstante, el pesimismo existencial que acecha al poema. «Llorar de felicidad» y «llorar de pesadumbre» por la pérdida de ese calor pugnan por imponerse en la sensibilidad del lector.

Por último, en la cuarta parte aparece la clave de lectura del primer plano significativo. En el verso 27 se menciona a Dios como la verdadera presencia que el poeta siente en su seno. El paralelismo formal con los versos 3, 11 y 19 no es casual, puesto que donde ahora aparece Dios, antes lo hacían «fontana», «colmena» y «sol», respectivamente. Esto es, el término que abre el campo semántico de cada parte. Por tanto, el verso 27 sirve de conclusión al reunir en una sola palabra todos los sentimientos expuestos anteriormente. Así pues, Dios es vida, bienestar y protección. Este es el centro de la emoción que el sueño le transmite. Lo consigue condensando toda la composición en dos versos finales con una economía de medios magistral. Estos dos versos (27 y 28 ) completan y cierran el poema, puesto que no se puede ir más allá en la explicación de sus sentimientos. La gradación del sentimiento llega a su cúspide.

Se trata, en resumen, de una composición con un aire aparentemente popular (versos octosílabos agrupados en cuartetas, repeticiones musicales, lenguaje sencillo) que encierra, sin embargo, una complejidad formal innegable (paralelismos, vocabulario distribuido estratégicamente, connotaciones). Se aprecia así la mano hábil del poeta culto. En mi opinión, el valor de la obra consiste en que el esfuerzo intelectual que el comentario pone de manifiesto está al servicio del sencillo decir machadiano. Desde un punto de vista más optimista, esta misma naturalidad expresiva despliega un sentimiento religioso de pulcritud e inocencia universales. Se trata de un Dios amable, reconocible por todos, que une las almas en un sentimiento absoluto de pureza y felicidad. En cambio, la lectura desesperanzada hunde al lector en un sentimiento de desconsuelo atroz, puesto que toda la felicidad que derrama el poema no es más que una ilusión.

A mi juicio, este sentimiento es coherente con el significado que aportábamos más arriba a las secciones añadidas de Soledades. Galerías. Otros poemas. El viaje interior que nos revelan sus composiciones obtiene de este poema una reflexión que lo impulsa a las cumbres introspectivas de Galerías. El lugar que ocupan estos gratos versos tanto en el libro como en nuestra literatura está, pues, enteramente justificado.

23 comentarios en “Comentario de «Anoche cuando dormía», de Antonio Machado

  1. ME PARECE APROPIADO ESTE ANALISIS, HACE QUE SE LE DE EL VERDADERO VALOS LITERARIO A ESTE BELLO POEMA QUE ALGUNAS PERSONAS LO VEN COMO DEMASIADO SENCILLO Y AVECES TONTO.

    • Estimada Elena:

      en el poema hay tres símbolos: el agua, la miel y el fuego. Representan la felicidad que experimenta el poeta al sentirse cerca de Dios. Hay que tener en cuenta que cada símbolo aparece con palabras distintas que pertenecen al mismo campo semántico (por ejemplo, agua: acequia, manantial; miel: colmena, abejas, cera; fuego: sol, calor, alumbrar). Por último, esta felicidad no permanece, puesto que sólo existe en su sueño. De ahí la amargura que se esconde detrás de unos versos amables.

  2. Pues me parece un bello poema hay que analizarlo y se podra entendeer ver y conocer autores de Grandes Obras por medio de la literatura es lo maximo me encanta la literatura.

    • ¿Me podrías decir cuál es el yo lírico de este poema, por favor?

      En un poema, el «yo lírico», normalmente llamado «voz poética», es lo que a menudo se confunde con el poeta. Puesto que se trata de una obra de Machado, y está escrita en primera persona, podríamos pensar que quien expresa sus sentimientos es el propio autor. Sin embargo, la crítica literaria separó hace tiempo al autor de la «voz poética» y del «narrador» en narrativa. El autor es una persona con sus vivencias, emociones, sentimientos, horarios de trabajo, alquileres, decepciones amorosas, facturas atrasadas y revisiones del coche esta semana a más tardar; la voz poética es como un personaje creado por el poeta, que habla en primera persona y a quien se le atribuyen los sentimientos expresados. Probablemente, Machado nunca tuvo un sueño así ni sabemos si la noche anterior durmió bien o mal. Es el personaje implícito quien soñó y quien nos comunica el sentimiento (todo idea de Machado, claro).

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  5. Vine a leer el sueno de Machado que aprendí en la escuela 🚸 porque ya no tengo el libro de viejo 🧓 y me encuentro el comentario que UNAMUNO NEGABA . ser poético, porque. mantenía que no podía ser poesía pretendeer explicarla finalisticamemte en lugar de hacerlo filosoficamente. 🤣 como Aristóteles decía que era ADMIRARSE. 🤣

  6. Hace muchos años, una profesora de literatura me explicó que los tres pasajes se referían a las tres virtudes teologales: fe (el agua símbolo del Espíritu Santo), esperanza (en transformar el mundo a mejor) y caridad (el ardiente sol que se da por los demás). Desde el punto de vista cristiano cobra un sentido más completo.
    30 años después me sigue deleitando su lectura, aunque me la sepa de memoria.

  7. No he tenido la fortuna de acceder al –supongo que manuscrito– original. Conociendo un poco la obra, el personaje y el entorno de Machado, me resulta un poco ingenuo –por llamarlo de alguna manera– el carácter místico que parece atribuírsele al poema. No en vano, yo lo recité en mi primera comunión y en la infantil entrega de un ramo de flores a una novia. Siempre me ha intrigado poder aclarar si el penúltimo verso era «que era Dios lo que tenía» o «qué era, Dios, los que tenía». Cambia radicalmente el sentido y convierte el hallazgo en búsqueda, en pregunta, como Juan de Mairena. Si pudiera elegir, me quedaría con la segunda versión.

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